Javier_Godoy

El 2008 me subí al avión que me llevaría a Oslo, sin saber una pizca de nada. Me acuerdo del campamento inicial como si fuera ayer, los “¿De dónde eres?”, aprenderse nombres muy raros y darse cuenta que el body-language cuenta como idioma. Pasaron los días, semanas, meses y pasó el año. Pasaron 328 días que estuve en Noruega.

Quedaron impregnados en mi memoria el olor a pino, la vez que salí con -8ºC usando un buzo y un polerón delgado (y no morí), cuando probé comida tailandesa hecha por un tailandés y cuando nos dijeron “Hoy puede ser la última vez de sus vidas en que muchos se van a ver” en la última orientación. Los abrazos mientras llorábamos a moco tendido y las promesas de que sin importar cómo, precio, tiempo y distancia… iríamos a Bélgica, Hong Kong, Australia e Italia y nos reencontraríamos.

Ya de vuelta me inscribí de inmediato como voluntario. Con el (nunca suficientemente grande) grupo de voluntarios, he hecho eternas amistades. Cada persona que he conocido en AFS es un mundo de anécdotas, ideas, preguntas e iniciativas. Ser parte de AFS no termina cuando terminas tu intercambio, durará todo el tiempo que quieras.

Para el terremoto de 2010 en Chile, desde todos los continentes me preguntaron si estaba bien. Cuando ocurrió el atentado terrorista en Utøya estuve pegado viendo las noticias como si hubiese pasado en Chile. Cuando Alemania ganó el Mundial de Fútbol 2014, me alegré por todos mis amigos “Küchen”. Serán varios años ya pero las emociones son incomparables y no se borrarán con nada.

Las vueltas de la vida y de la U me permitieron volver a este rincón del mundo, ahora como estudiante universitario. Miro por la ventana y las siluetas del viejo Oslo se dibujan en el otoño. Algunos años pasaron, las caras han cambiado y las vivencias son otras, pero el bichito por viajar y conocer más del mundo es el mismo de siempre. Tendré el honor de celebrar el centenario de AFS en el mismo país donde mi aventura comenzó. No puedo expresar más que un eterno agradecimiento a todas y cada una de las personas que, en todo este siglo y en todo el planeta, han hecho de AFS lo que es ahora. O como diríamos por acá: “Takk skal du ha, kjære AFS”.