Testimonio Hilda Pinto ex pax 73-74

Eran los años setenta y de pronto mi vida estaba dando un vuelco impensado. La rutina del Liceo se cambió por trámites urgentes de pasaporte y preparación de equipaje. Viajaba a los Estados Unidos de América con una beca de estudios. Entre el rápido cambio, asimilaba que iba a un lugar llamado Hawaii, quincuagésimo estado de Estados Unidos, un archipiélago en el Pacífico.

Efectivamente era así. Tomé contacto con la familia anfitriona, que sería mi familia posteriormente, por medio de una carta en inglés, que me ayudó a traducir mi profesora de Inglés. Cabe mencionar que fue ella quien me motivó para postular al programa de becas de American Field Service.

Todo fue muy de prisa. Entre la lluvia intensa del mes de julio, yo buscaba ropa de verano en las tiendas, eso era muy extraño y despertaba la curiosidad de algunos. Los viajes a Santiago se volvieron frecuentes, tramitando el pasaporte y la visa, no había tiempo para esperar.

A fines de julio hubo un período de inducción en Santiago, donde conocí a los demás becados y realizamos diversas actividades juntos, con miras a la experiencia que nos esperaba.

Finalmente llegó el día del viaje, 4 de agosto de 1973. En la mañana fuimos al Edificio UNCTAD (Conferencia de Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo) de aquel tiempo y allí hubo una ceremonia junto a nuestros familiares, se entonó el Himno Nacional y nos entregaron los pasaportes y pasajes. Debido a que la situación en el país era compleja, temprano nos fuimos al Aeropuerto de Pudahuel, hoy Comodoro Merino Benítez. Allí nos juntamos los becados y entonamos espontáneamente la canción de Nino Bravo “Un beso y una flor”, que por su letra se identificaba con el viaje, “un ligero equipaje para tan largo viaje…, más allá del mar habrá un lugar donde el sol de la mañana brille más…”. El vuelo salía a las 9.30 pm. Junto a toda la emoción que significaba el viaje, para mí era la primera vez que volaba y salía fuera de Chile.

A mi madre mi profunda gratitud por ser visionaria y valiente, al permitir y apoyar en todo momento este viaje, considerando que éramos solo las dos.

Y despegamos del Aeropuerto de Pudahuel en un vuelo con escala en Lima y Guayaquil. Llegamos en la mañana siguiente a Miami y luego a Nueva York. Allí inducción de 4 días, muy cerca del Aeropuerto John F. Kennedy. Llegaron estudiantes de 64 países. Se hablaba en muchos idiomas, las señas eran fundamentales para comunicarnos. Aprendimos de los objetivos del programa AFS, institución formada posteriormente a la Segunda Guerra Mundial, cuyo objetivo es la comunicación entre los pueblos, para que conociéndose se pudiera evitar un conflicto mundial nuevamente.

El día 8 de agosto volamos desde New York a San Francisco, California, y desde allí volamos a Hilo, Hawaii, distante 5 horas. Ya en el avión se sintió en forma inmediata Hawaii, los colores y aromas propios hawaiianos y de fondo la música del ukelele. Viajé con una estudiante finlandesa hasta Honolulu, en la isla de Oahu. De ahí en Aloha Airlines hasta Hilo, segunda ciudad en importancia del estado de Hawaii en la isla más grande llamada Hawaii, también. Allí estaba mi familia estadounidense, a la bajada del avión me recibieron con collares de flores y muchos saludos Aloha de bienvenida. En casa, cenamos y después salí con la mamá a conocer un poquito de Hilo en la noche. Recuerdo que me mostró el planeta Venus, que estaba reluciente sobre la ciudad de Hilo.

La primera mañana en Hilo, me levanté temprano y miré alrededor, ahí y ya en calma dimensioné que estaría un año en ese lugar, lo sentí como un gran desafío y a la vez una inmensa responsabilidad. ¡Había que vivirlo!

Estudié el Cuarto Año Medio en el Saint Joseph High School de Hilo, de a poco aprendí inglés y pude comunicarme en buena forma. Sentí mucho el apoyo de las personas en los tiempos difíciles que vivió mi país, pensé incluso en volver, pero ellos, la familia, amigos, profesores y monjas, me aconsejaron y apoyaron para superar esos momentos y continuar con la experiencia de la beca. Viví muchas experiencias, conocí mucha gente y lugares.

En mayo siguiente me gradué de Cuarto Medio y en junio salí de Hilo. Volé hasta Los Ángeles, California. Allí estuve 2 semanas en Riverside, luego Iowa, Michigan, Connecticut y New York. El regreso a Chile fue en julio 1974.

Conocí y aprendí a mirar la vida con una amplitud de pensamiento, a aceptar y valorar a las personas en su diversidad, hubo muchos amigos de diversos continentes, cantamos “Cielito Lindo” con un japonés, una finlandesa y una noruega juntos, siempre llevando el inglés como herramienta comunicativa fundamental.

Hoy miro hacia atrás y doy gracias a Dios, a mi madre, a esa profesora de inglés y a la institución de American Field Service por la beca otorgada, la cual se tradujo en una experiencia de vida que marcó un hito en mi formación personal, y que cada vez que he podido, proyecto en otros lo positivo que aprendí, ya sea en cuanto a valores o formas de vida.

Por lo anterior, escribo esto porque se cumplen 50 años desde que salí de Chile para vivir una experiencia única, significativa y enriquecedora en todo aspecto, en un país que me acogió con afecto y respeto, como fue Estados Unidos.